miércoles, 5 de agosto de 2009

Poemas IV



El profeta nunca es oído
pues clama en el desierto
y el tiempo desaparece.
Repite interminable la misma voz
muda de toda verdad.

De allí surge lo sagrado,
una voz sin tiempo
que avanza desde el horizonte.
Repite cosas,
un todo indiferenciado
a veces inaudible y lejano.

Lo otro aparece de lo escindido
se hace llano y llama
como murmullo
que busca clarificarse.


Por Gonzalo Sueiro