miércoles, 3 de marzo de 2010

Poemas Chinos

El Yangtsé

Poema

Con un manojo de blancos lotos
hurtados del lago
Regresa una doncella
remando en su pequeño bote.
No puede ocultar las huellas
porque la embarcación
A traves de los flexibles juncos
dibuja su delatora estella.

de PO CHÜ-I


Plática en los montes

Si me preguntases por qué habito
entre los verdes montes,
reiría en silencio;
mi alma está en calma.
El capullo del duraznero
sigue el movimiento del agua;
Hay otro cielo y otra tierra
más allá del mundo de los hombres.

de LI PO


Atardecer de otoño

Mientras el aire frío se desliza
debajo de la estera
y el desnudo muro de la ciudad
palidece con la luna otoñal,
veo un ánsar solitario
que cruza el Río de las estrellas,
y oigo en la noche, golpear
sobre las piedras
las mil mazas de lavar.
Pero en vez de desear que la estación
a medida que huye
me lleve también a mí,
encuerto tu poema tan hermoso
que me olvido del retorno
de las aves a sus nidos.

de HAN HUNG

martes, 2 de marzo de 2010

Wallace Stevens




Siempre puede haber un tiempo de inocencia.
Nunca existe un lugar. O si no existe un tiempo,
Si no es cosa de tiempo, ni de espacio,

Existiendo, a solas, en su idea,
En el sentido contra la calamidad, no es por ello
Menos real. Para el filósofo más frío y más anciano

Hay o debe de haber un tiempo de inocencia
Como puro principio. Su naturaleza es su fin,
Que debería ser y no ser a un tiempo, una cosa

Que estimula la piedad de un hombre piadoso,
Como un libro al atardecer, hermoso pero falso.
Como un libro al alba, hermoso y verdadero.

Es como una cosa de éter que existe
Casi como predicado. Pero existe,
Existe, y es visible, existe, es.

Así, entonces, estas luces, no son un hechizo de luz,
Un refrán caído de una nube, sino inocencia.
Inocencia de la tierra y no un signo falso

O un símbolo de malicia. Que participamos
De eso mismo, yacemos como niños en esta santidad,
Como si, despiertos, yaciésemos en la quietud del sueño,

Como si la madre inocente cantase en la oscuridad
De la habitación y en un acordeón ¡ apenas oído,
Crease el tiempo y el espacio en el que respirábamos...

Wallace Stevens, De "Las auroras de otoño" (1950)