viernes, 22 de agosto de 2008

La Poética Vertical de Roberto Juarroz

(Foto de Laura Cerrato)




El poeta no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud.

Mi pensamiento ha creado
Otra forma de pensar para pensarte.
La ha creado sin mí,
Como si una sombra se inventara otro cuerpo.

Y ahora encuentro contactos
De suavidad creciente
Entre mis pensamientos
Que antes no se tocaban.

Ahora encuentro
Que mi pensar es casi como un cuerpo.

Roberto Juarroz

La obra de Roberto Juarroz tiene un único nombre: Poesía Vertical. Esta elección constituye un cuerpo único de una escritura que arma, indisoluble, una lengua propia.
En ella, la realidad, construida palabra a palabra, debe extrañarse para poder ser. Sin embargo no se cierra ni se encierra, avanza en una búsqueda que desnuda la propia opacidad. “Mis ojos buscan eso/ que nos hace sacarnos los zapatos/ para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo/ o inventar un pájaro/ para averiguar si existe el aire/ o crear un mundo/ para saber si hay dios/ o ponernos el sombrero/ para comprobar que existimos” Los silencios intrínsecos a cada blanco se forman en la musicalidad de los versos, que chocan contra un creador que parece no oír, y entonces lo inventamos, porque no hay modo de alcanzarlo. Pero también está el cruce entre esa música, la de la voz que se enfrenta a la sequedad de la palabra, y es ahí donde se busca la comunión. Aquello que no es arbitrario, sino la esperanza que sea una. Voz y cuerpo, pensamiento y palabra, porque ir hacia arriba no es nada más que un poco más corto o un poco más largo que ir hacia abajo. Ese es el espacio, vertical como un poema, en que transita esta espera, la de la lectura. La lectura en voz alta del poema que unan, por fin, voz y palabra.

Llegará un día
En el cual no habrá que empujar los vidrios para que caigan,
Ni martillar los clavos para que sostengan,
Ni pisar las piedras para que se callen,
Ni beber el rostro de las mujeres para que sonrían.

Empezará la gran unión.
Hasta Dios aprenderá a hablar
Y el aire y la luz
Entrarán en su cueva de miedosas eternidades.

Entonces ya no habrá diferencia entre tus ojos y tu vientre,
Ni entre mis palabras y mi voz.
Las piedras serán como tus senos
Y yo haré mis versos con las manos,
Para que nadie pueda ya confundirse.

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