viernes, 18 de junio de 2010

PACO


La pura verdad


Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.


Del otro lado, Francisco Urondo

martes, 8 de junio de 2010

Balada del jinete muerto


Balada del jinete muerto de Conrado Nalé Roxlo


Ay, alazán, alazán
si llegaremos a tiempo.
Rojas traigo las espuelas
de tu sangre, compañero,
y mi blusa azul manchada
de sangre en el lado izquierdo.
¡Cómo resuena el camino
bajo tus cascos ligeros!
¡Si llegaremos a tiempo!...
Sólo tu sombra se alarga
por el suelo ceniciento.
Ay, que mi sombra no va
con la tuya, compañero.
Alazán, alazán mío,
no corras, que ya no es tiempo.

Cuando llegues a la casa
-¡Cómo me duele el recuerdo!-
oirás cantar la roldana,
te darán un cubo fresco,
y ella, de brazos desnudos,
irá a abrazarte gimiendo;
sus lágrimas correrán
con el sudor de tu cuerpo,
y oirás cantar a mis hijos
la canción del padre muerto.

Ay, alazán, alazán,
no corras, que ya no es tiempo.

lunes, 7 de junio de 2010

Horacio, Carminum IV, 3


Quem Tu, Melpomene, semel
nascentem placido lumine videris
illum non labor Isthmius
clarabit pugilem, non equos inpiger
curru ducet achaico
victorem, neque res bellica deliis
ornatum foliis ducem,
quod regum tumidas contuderit minas,
ostendet capitolio:
sed quae tibur aquae fertile prae fluunt
et spissae nemorum comae
fingent aeAeolio carmine nobilem.
Romae, principis urbium,
dignatur suboles inter amabilis
vatum ponere me choros,
et iam dente minus mordeor invido.
O testudinis aureae
dulcem quae strepitum pieri temperas,
o mutis quoque piscibus
donatura cycni, si libeat, sonum,
totum muneris hoc tui est,
quod monstror digito praetereuntium
romanae fidicen lyrae;
quod spiro et placeo, si placeo, tuum est.


Tú, Melpómene, una vez al que
al nacer observate con la luz plácida de tus ojos,
no haran célebre aquel luchador el juego
Istmico, no conducirá el fogoso caballo
en el carro de Acaya
vencedor, ni las artes bélicas exhibirá
al general adornado con hojas de Delos
porque ha humillado las amenazas henchidas de reyes
en el capitolio:
sino las aguas que riegan la fértil Tibur
y los densos follajes frondosos
darán forma noble en el canto Eolio.
La posteridad de Roma, la princesa de las ciudades,
juzga digno ponerme entre los coros
amables de sus poetas,
y ya me muerde menos con diente envidioso.
Oh Piérida, que templas
el dulce estrépito de la lira de oro.
oh Tú, que también darías el sonido del cisne
si quisieras, a los mudos peces,
lo esencial es un regalo de tí,
si soy señalado con el dedo de los que pasan
como el templador de la cítara romana;
que esté inspirado y agrade, si es que agrado, es por tí. *


Melpómene: musa que preside a la tragedia. La representan joven, de aspecto serio, ricamente vestida calzada con coturno, con cetros y coronas en una mano, y un puñal en la otra.

* versión de Gonzalo Sueiro